Simplemente, a veces

A veces es imposible escribir todo lo que se piensa, lo que se siente; y es que cuando tratas de hacerlo se aprieta el pecho, se te corta la respiración y, a medida que los dedos se mueven sobre el teclado, las lágrimas brotan de forma espontánea y deliberada. 

Simplemente a veces quisiera tu consejo de viejo experimentado, de lógica sencilla pero directa. Que me digas que nadie dijo que sería fácil, pero que no es imposible. 

A veces me gustaría que vieras lo que hago, invitarte a mi hogar y atenderte. Servirte una copa de vino y recordar cuando pescábamos a orilla de mar, o cuando armabas muebles sólo por ingenio y sentido común. 

Me gustaría volver a sentir tu mano áspera de lo dura que fue la vida contigo, áspera de lo mucho que has tenido que trabajar, áspera de lo sufrido y aprendido. Sentir tu voz que me corrija y me diga que estoy equivocado y que me felicite por cosas sencillas que ya de grande he aprendido a valorar.

Me gusta pensar en ti, y bien tengo recuerdos que duelen y me marcaron, no superan los buenos momentos vividos juntos y las grandes enseñanzas que me dejaste. "Eres el mayor, si no estoy yo tu estas a cargo, cuida de los cachorros", lo último que pudiste decirme, en nuestra última conversación. 

Simplemente es que me gustaría que estuvieras aquí... para abrazarte, para ver una película o simplemente para llamarte, para escuchar tu voz, para juntarnos en familia y que fueras el alma de la fiesta como siempre lo fuiste; o simplemente para pelear por lo que fuera.

Me ha llevado un buen par de años llorarte y acostumbrarme a que no estás, a asumir que dejé que el orgullo me venciera durante muchos años y me distanciara de ti. Si tan sólo pudiera abrazarte una vez más y decirte…


 “TE AMO, FELIZ DÍA PAPÁ”

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